Te esperé,
desesperado, pero te esperé.
Miraba ansioso a la esquina de la calle
una y otra vez;
incesantemente, eternamente…
Mientras bebía un sorbo tras otro
de aquel inacabable y frío café,
anhelaba yo verte
y no otro,
que fueran mis ojos
y no otros.
Te esperé siempre,
te esperé ayer y hoy
y te esperaré mañana;
lo haré hasta las canas.
Desde el sol hasta la luna
y la media luna;
desde cuando me mirabas,
hasta cuando miré
y vi
que no regresabas.